viernes, 25 de abril de 2014

Catedral de Sevilla I. La Giralda



Debido a la inmensidad de datos, contradictorios en su mayoría, se nos aparece difusa la fecha de construcción de la torre de la Mezquita Mayor de Sevilla, hoy conocida como “La Giralda”. Autores como Fermín Requena sitúan el inicio de las obras allá por 1198, para conmemorar la victoria mahometana en Alarcos, mientras que otros autores como Tubino usan esa misma fecha como la de finalización de las obras, aduciendo que la torre se culminó con el botín de dicha batalla y que se inauguró en las fiestas en honor a la victoria. Santiago Montoto, por su parte, asegura que la torre se encontraba ya construida, y que Alarcos se festejó únicamente con la colocación de las cuatro grandes manzanas de bronce dorado que remataron el alminar hasta 1335.

Al llegar los almohades a Sevilla allá por 1147, tras apoderarse del poder en Marruecos, se encontraron con que la mezquita de Ab Abbás (hoy Colegiata del Divino Salvador) resultaba insuificiente para el nuevo número de fieles, por lo que se hizo necesaria la construcción de una nueva mezquita, con las dimensiones y riqueza acordes a la grandeza de la ciudad. Se adquirieron así los terrenos inmediatos al Alcázar, por fuera de las murallas, que anteriormente se le daba uso de lugar de mercadillo o Alcaicería, donde se vendían joyas, perfumes, yerbas, cacharros, etc.  El terreno de la expropiada alcaicería sirvió para contruir el Patio de los Naranjos, superior en dimensiones y gracia arquitectónica al de Córdoba.

Edificada la Gran Mezquita, se hizo necesaria ponerle al lado una torre de magnitud proporcionada al templo, ya que era la Mezquita Mayor con rango Califal, había que hacerse en lo alto de ella los rezos mayores, cantando el Muezzin o Almuédano la “Azala” hacia los cuatro puntos cardinales. Parece ser que se tuvo en consideración que el jefe religioso, por ser persona de mayor edad, tenía la necesidad de subir en caballo, por ello construyeron una rampa ancha y cómoda.  También existe la creencia de que tuviera funciones astronómicas, y por ello, cuando el Rey Don San Fernando conquistó Sevilla, su hijo, el príncipe Alfonso, se opuso al derribo de la torre, siendo el un gran astrólogo. 


 Para cimentar la grandiosa edificación se usaron sillares de infinidad de palacios y templos visigóticos, así como muchas piedras de eficios romanos de la ciudad y la comarca, traídos por el río o por caminos. Fue en esta época en la que se desmanteló la ciudad romana de Itálica, así como el templo romano de la calle Mármoles, quedando únicamente las columnas del pórtico. Del mismo modo, como los musulmanes no admitían estatuas ni representaciones de ningún tipo, es muy posible que también estas acabaran en las zanjas de cimentación de la edificación.

El diseñador de la Mezquita sevillana, se dice que fue Geber, mientras que la gloria de la torre de la Giralda pertenece a dos arquitectos y un alarife. El primer arquitecto fue Ahmed Aben Baso que diseñó la torre y dirigió los trabajos de cimentación. Cuando Aben Baso marchó a Algeciras, dejó al cargo al arquitecto Abu Bequer Ben-Zohar, quién modificó la traza primitiva y encargó al alarife Alí Al-Gomari, que labrase en los cuatro frentes dde la torre las labores de ladrillo que constituyen su más hermoso adorno.
La altura inicial de la torre fue de ochenta y dos metros, al que hay que añadir la altura del minarete, el cupulín y las manszanas de bronce dorado que se pusieron encima para rematarla. La mayor de estas tenía tal tamaño que no cabían por la puerta del Almudén (quizás hoy el Arenal), además de las dificultades para auparlas a la cima de la torre, consiguiendo que se vieran, según las crónicas, “desde una jornada de distancia, y relucían como las estrellas del zodíaco”.


Cuentan las crónicas, que cuando se iba a rendir Sevilla a San Fernando, los moros pusieron condición de derribar la torre, para no sufrir la vergüenza de verla en manos cristianas, más Alfonso X el Sabio se negó en rotundo a este vilipendio.

En 1393, un terremoto derribó las esferas doradas, arruinando el último cuerpo de la construcción, poniéndose entonces, por orden de Gonzalo de Mena, arzobispo de Sevilla, una espadaña con una solo campana montada al aire. Pero ya en el siglo XVI, siendo Sevilla puerta y salida de la carrera de indias, y lugar de arribo  de todas las riquezas americanas, se consideró que había llegado el momento de coronar como se merecía al más majestuoso símbolo de la ciudad. El arquitecto elegido fue el cordobés Fernán Ruiz, que diseño el remate cristiano sobre el cuerpo principal árabe, siendo formado por los siguientes cuerpos: cuerpo de campanas, cuerpo de azucenas, cuerpo de estrellas, cuerpo de carambolas y un cupulino que soporta un globo sobre el que se erige la estatua de bronce de casi 1300kg que representa a la figura simbólica de la “Victoria en la fe de Cristo” en forma de mujer que sostiene una palma en la mano y en la otra un escudo.  La estatua, fundida por Bartolomé Morell, fue colocada en 1568, hace ya más de cuatro siglos.
 


Por tener la figura de mujer un escudo, se creyó en el vulgo que se refería a Juana de Arco, llamándola las clases populares “Santajuana”, pero las clases más cultas la llamaron “Giralda”, siendo así nombrada por Cervantes en El Quijote, y siendo ese el nombre porque se ha terminado por conocer no solo a la figura que corona la torre, sino a todo el conjunto de la misma, estandarte de la ciudad sevillana.




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