miércoles, 5 de marzo de 2014

'Leatificat Juventutem Mea', en San Onofre

El objetivo de este blog, como explicabamos en el anterior post, no es otro sino el fomentar el conocimiento de la ciudad de Sevilla, de sus rincones, de su Historia, y de lo que pueda ser del interés del lector, que de un modo u otro, acabe entrando en nuestra página y quiera quedarse.

Hoy nos gustaría profundizar un poco sobre la historia de un lugar que, desgraciadamente, pasa desapercibido en demasía, aún encontrándose en pleno centro de la ciudad. Hablamos de la Capilla de Ánimas de San Onofre, situada en el lateral izquierdo de la Plaza Nueva (si le damos la espalda al Ayuntamiento), contigua al edificio de Telefónica. Es, junto al Arco del Ayuntamiento, la única muestra de arquitectura barroca que queda del antiguo Convento Casa Grande de San Francisco de Sevilla, contruído en 1268, siendo posteriormente desamortizado y, en 1840, derruído. Este convento abarcaría un importante terreno, delimitado por calles Albaredas, Carlos Cañal, Zaragoza y Joaquín Guichot, y formado por fuentes, jardines, bibliotecas, edificios auxiliares y multitud de capillas. San Onofre, era una de ellas.

En 1520, la Hermandad de las Ánimas de San Onofre, funda esta capilla con la finalidad de celebrar misas por las ánimas del purgatorio. Al atravesar la puerta y acceder a la capilla, nos encontramos con un magnífico retablo a San Onofre, encargado a Gaspar de la Cueva en el siglo XVI, aunque finalmente, la obra la culminarían el conocido escultor e imaginero Martínez Montañés, encargado de la carpintería, mientras que Pacheco se haría cargo de las pinturas que decoran el retablo. Por su parte, el Retablo Mayor, de finales del XVII, es de Bernardo Simón de Pineda, con esculturas de Pedro Roldán, destacando un amplio camarín y las columnas salomónicas.

Destacan la figura central de la "Inmaculada Concepción", así como las laterales de San Fernando y San Hermengildo. Cabría destacar también obras como el relieve de "La Trinidad", La Virgen de Guadalupe del artista mexicano Juan Correa o el retablo menor dedicado a La Candelaria, revestido de azulejos. Desde su fundación, los hermanos de las Ánimas de San Onofre, unos 40, son los propietarios de la Capilla, en la que en la actualidad, y desde el 20 de Noviembre de 2005, se creó una invisible red de más de 600 voluntarios, ajenos a palmas y méritos, y que dedican una hora semanal para que siempre haya alguien acompañando al mediador de las ánimas, lo que recibe el nombre de Adoración Eucarística Perpetua.

De ese modo, un pequeño libro establece las horas, en las que los interesados se inscriben en los huecos libres para así acompañar al Santísimo, mientras a unos metros, en siempre ajetreada Plaza Nueva, la gente es ajena a ello. Y para los amantes de lo oculto, de lo misterioso y de las leyendas, que no faltan en Sevilla, podemos también contar la leyenda que envuelve a la capilla de San Onofre.

Un joven caballero, de apellido Torres, después de llevar una vida de vilipendio, disipación y pecado, decidió enmendarse y entró como lego en la Orden de San Francisco. Cumpliendo con las más nobles funciones del convento, aprovechaba los ratos libres para abandonar su celda y rezar en el templo, aún de madrugada, cuando no lograba conciliar el sueño. Sería en una de estas noches, en las que se encontraba en la Capilla de San Onofre, cuando vio aparecer a un fraile de su misma congregación, que entraba en la Sacristía, se revestía de alba y casulla con el propósito de oficiar la misa, pero una vez en el altar frente a los bancos, depositaba el cáliz y volvía a la sacristía, de donde salía sin revestir y abandonaba la capilla.

Sucedería así varias veces más, por lo que, intrigado, dió cuentas al prior, que le aconsejó, que si volvía a verlo, se le ofreciera para auxiliarle en la celebración de la misa. Así lo haría. Se acercó la siguiente noche que lo vió y le ofreció ayuda, y el fraile, sin responder siquiera, comenzó a oficiar la misa, pero en lugar de iniciar con "leatificat juventutem mea", lo hizo con "leatificat mortem mea", por lo que nuestro fraile Torres comprendió que se trataba de una aparición. Una vez finalizada la misa, y ya en la Sacristía, el misterioso fraile se dirigió al lego diciéndole: "Muchas gracias hermano por el favor que le habéis hecho a mi alma. Soy un fraile de este convento, que por una negligencia, dejé de oficiar una misa de difuntos que me habían encargado, y que al morir sin cumplir con mi obligación, Dios me condenó a permanecer en el purgatorio hasta que la cumpliera. Hasta ahora nadie había querido ayudarme, a pesar de que he venido cada noche de Noviembre durante más de un siglo".

Seguidamente, el fraile desapareció para siempre. Según las crónicas del propio Convento, este suceso tendría lugar en 1600, y es por ello que es una costumbre muy santa el acordarse en las oraciones de las Almas del Purgatorio, orando para que pronto se encuentren con Dios y su Santísima Madre. Hemos querido profundizar un poco en la historia y leyenda de la Capilla de San Onofre, ya que es un lugar que por su ubicación, pasa desapercibido para los sevillanos y todos los que visitan la ciudad.

Y también, hemos querido hablar un poco de este lugar, para todos aquellos curiosos que quieran saber un poco más de uno de los escenarios usados en la novela sevillana de Julio Muñoz Gijón (@Ranciosevillano en Twitter) en su novela "El asesino de la regañá", lectura más que recomendable para todo los amantes de la Sevilla clásica, y de la guasa.

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